Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en México, el 32 por ciento de la mano de obra indígena, sobrevive directa o complementariamente, con el trabajo de la infancia entre los 6 y los 14 años de edad. El módulo de Trabajo Infantil de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2007, contó tres millones 647 mil 67 niñas y niños trabajadores que tienen entre los 5 y 17 años de edad. El trabajo infantil migrante, es más elevado en la niñez indígena, rebasa la mitad de ellos, el 54.42 por ciento. El trabajo infantil indígena, según la OIT, es un fenómeno causado por “la marginación y la pobreza que exige aporte al ingreso familiar; los patrones culturales, que valoran el trabajo como medio formativo; la falta de oportunidades y la escasa educación de los padres.” Pero no toda es culpa de los padres, también es por el déficit de servicios e inversión pública, la falta de una educación de calidad que propicia el abandono escolar y representa altos costos para las familias y la ausencia de garantías para los derechos sobre la tierra”.
EN AMÉRICA LATINA
Las peores formas del trabajo infantil en América tienen rostro indígena, porque indígena es la base de esta masa de trabajadores marginales en el campo y en la ciudad, señala el informe Niñez Indígena en América Latina: Situación y Perspectivas. La mayor parte del trabajo realizado por la infancia y la adolescencia indígenas en los diferentes países de América Latina y El Caribe, se lleva a cabo en el ámbito rural y en actividades agrícolas. Según Unicef, el 70 por ciento del trabajo infantil en América se desarrolla en ese sector. Hay incluso estudios que señalan que una de cada 5 niñas y niños menores de 10 años trabaja. En países como Bolivia y Ecuador, informa la agencia colombiana PANDI en un comunicado, cerca de la mitad de la niñez indígena entre los 5 y los 17 años trabaja, incluso en actividades catalogadas internacionalmente como las peores formas del trabajo infantil. Perú, por ejemplo, recluta infancia entre los 11 y los 17 años para laborar en los lavadores de oro de la región de Madre de Dios, esto, según la OIT en el Encuentro Latinoamericano Pueblos Indígenas y Gobiernos, conforma aproximadamente el 20 por ciento de la fuerza laboral de la actividad minera aurífera.
El abogado y consultor de la OIT, Pedro García Hierro, en un documento presentado durante este encuentro en Cartagena, Colombia, registró que hace una década la Comisión de Derechos Humanos del Congreso investigó “el hallazgo de 60 fosas comunes con cadáveres de niños cargados en camiones desde las comunidades aymaras de Juliaca (ciudad peruana), fallecidos en accidentes laborales o por enfermedades derivadas de las extremadas exigencias del trabajo en la minería aurífera”. Entre tanto, en Guatemala, donde los pueblos originarios conforman cerca del 41 por ciento de la población total, la mitad de la niñez vinculada al trabajo infantil, pertenece a alguna etnia, vive en las peores condiciones socioeconómicas y sus posibilidades de asistir a la escuela son inferiores, hasta en un 80 por ciento, frente a quienes no son parte de estas comunidades.
DEL APRENDIZAJE A LA EXPLOTACIÓN
Pedro Posada, encargado de Asuntos Indígenas en el Ministerio del Interior y Justicia de Colombia, enfatizó que antes de formular políticas para erradicar el trabajo infantil indígena, es necesario establecer una clara diferencia entre el trabajo que estas niñas y niños realizan en sus comunidades y aquel que desempeñan fuera de ellas. García Hierro reiteró que la gran mayoría de los casos de explotación de niñez indígena se produce por fuera de sus comunidades, en contextos ajenos a sus tradiciones culturales. No obstante, reconoció que sería un error dejar pasar por alto aquellos casos en que con un argumento cultural se imponen cargas excesivas de trabajo a las niñas en los hogares. En México, por ejemplo, 72 por ciento de las niñas realiza este trabajo del hogar. Se ocupan del cuidado de otros miembros de la familia y colaboran en el mantenimiento de la vivienda: acarrean agua, lavan o planchan ropa, preparan alimentos, asean la vivienda o hacen las compras, de acuerdo con La Infancia Cuenta 2009. “La carga cultural también está ahí y ustedes tendrán que tener mucha paciencia para determinar, en cada comunidad, si efectivamente esto que estamos llamando tareas para el aprendizaje y socialización, no son también, en algún momento, formas de explotación familiar”, advirtió el consultor.
“Hay un gran desconocimiento de la situación por la que atraviesa un número indeterminado de niñas, niños y adolescentes indígenas que están sometidos a las peores condiciones de explotación”, advierte Harvey Suárez Morales, consultor del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Fuente: Diario de Tantoyuca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario