Cuando don Bernardino Hernández llegó a Platón Sánchez, el campo de futbol El Maguey ya estaba arrasado de gente.
Se sentó en una piedra y descansó el morrral de ixtle en el suelo.
Luego, se dio un poco de aire con su sombrero, mientras con un español salpicado de tepehua platicaba al reportero la difícil vida de los indígenas huastecos.
Sus huaraches de correa dejaban ver el lodo reseco de sus pies. Venía desde Molango, Hixhuatlán de Madero, a ver al precandidato, Javier duarte de Ochoa.
A su alrededor, miles de mujeres con liadas típicas tejidas por ellas mismas con hilo de algodón esperaban inmóviles y serias la llegada de quienes decían, era el candidato de su partido.
Un indígena viejo tocaba solitario un huapango huasteco llamado Carnavalito con un violín por todos lados remendado y opacadas sus notas por la apabullante banda de viento que sonaba desde el otro extremo.
Alrededor del campo, decenas de vendimias ofrecían frituras, dulces, atoles de piña y masa y zacahuil. Como los vendedores vestían de rojo alguien pensó que regalaban la comida y pidió unos tacos que dejó servidos cuando le cobraron la cuenta.
En el centro de esa compacta masa humana, un estrado circular esperaba vacío a los visitantes. Los gritos del animador oficial retumbando en los oídos anunciaron la llegada del precandidato. Era poco más del medio día. La algarabía creció a pesar de la natural gravedad de los indígenas.
Javier Duarte de Ochoa saludaba a todos con un sombrero en la mano. Poco a poco se fue acercando al estrado y cuando subió, tras él se armó un jaloneo entre la seguridad y quienes se sentían con derecho de subir con él.
El profesor Moisés Hernández Barrales, asesor regional de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinos Autónomas (UNORCA) decía en su discurso: ¡La hora del norte del estado ha llegado!
“Estamos decididos a no claudicar, a llevar hasta el último rincón de la Huasteca nuestra lucha y entusiasmo. Vamos a redoblar los esfuerzos para demostrarle a nuestros adversarios que somos la mejor opción”.
Ixhuatlán de Madero, Tontecomatlán, Benito Juárez, Chicontepec, Tantoyuca, Chiconamel, Chalma, Platón Sánchez, Tempoal, El Higo, Pánuco y Ozuluama, estaban representados por sus hombres y mujeres de campo, como lo afirmó el dirigente estatal de la UNORCA, Clemente Guillén Sagahón.
Al tomar el micrófono, Javier Duarte de Ochoa interrumpió su saludo cuando una porra parodiando al cantante Rigo Tovar le empezó a cantar: “Oh, que gusto de volverte a ver, Duarte Duarte no vas a perder”.
El precandidato del PRI a la gubernatura del estado pidió un minuto de aplausos por el fallecimiento de uno de los pilares fundamentales de la UNORCA, Rufino Guillén López, luego, bajó del estrado para hablarle de frente y mirando a los ojos a los ahí presentes.
Les dijo que la unión de objetivos era la razón por la que los veracruzanos habíamos podido superar los problemas y salir adelante.
“El campo no es un problema para los veracruzanos sino una solución, por lo que es hora de cosechar los sacrificios que los campesinos han hecho”.
Por eso, con humildad pero con mucha energía les dijo que quería ser su candidato a la gubernatura. “Quiero ser su candidato para poder abanderar sus causas que son las mías; quiero trabajar con esmero y esfuerzo para poder generar el fortalecimiento de una sociedad como la nuestra”.
Duarte de Ochoa agradeció la presencia del capitán Alejandro Montano Guzmán y destacó a la dirigencia magisterial representada en ese lugar por el diputado federal Juan Nicolás Callejas Arroyo y el dirigente de la Sección 32 del SNTE, Gaudencio Hernández Burgos.
Al término del programa, el precandidato disfrutó de la danza Montesontini ejecutada por 23 indígenas de la comunidad Ojital Cuayo de Ixhuatlán de Madero.
Minutos después, salió del lugar dejando la esperanza sembrada en la mente de los indígenas huastecos que viajaron hasta seis horas para ver y escuchar a quien dijeron, “va a continuar el trabajo del gobernador Fidel Herrera Beltrán por el que votamos hace cinco años y no nos equivocamos”.
Fuente: Milenio.
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