La Huasteca abarca porciones considerables de los actuales estados de Veracruz, Hidalgo y San Luis Potosí, y minoritariamente de Tamaulipas, Querétaro y Puebla, lo que le confiere gran riqueza humana y cultural Ahí se asientan, además de las comunidades mestizas, las etnias originales: huastecos o tének, nahuas (masewalmeh), otomíes n’yuhú o hñahñú, masihpihní o tepehuas, totonacas (tutunakú) y los pames o xi’iuy, que no obstante compartir rasgos culturales comunes, poseen su propia lengua y cultura. De estas seis etnias, cinco están presentes en la Huasteca Veracruzana. Aunque el día de muertos, con un trasfondo común, sea una celebración de alcances nacionales, existen regiones donde posee matices propios que, lejos de diversificarla, la enriquecen. Tal es el caso de la Huasteca Veracruzana, que comprende la parte septentrional y la meridional, es decir, norte y sur. En el sur, la manera de celebrar el Xantolo se diferencia sólo por la aparición de la danza de muertos. En el norte bailan las cuadrillas o comparsas de enmascarados conocidos como kolimeh o viejos, mientras que en el sur no bailan ésta, sino los kwanegros (cabezas negras), llamados “pañuelitos” entre los tének, cuya danza se efectúa el 30 de noviembre, día de San Andrés. En el norte, el día de San Andrés marca la hora (ixtlapus para los nahuas) de las cuadrillas o comparsas en el cual se realiza una gran fiesta. En otras comunidades, los mekohmeh también tienen su costumbre (quitarse ritualmente la máscara) y le llaman tlaxolewa (desbaratar). Sin embargo, en el sur la misma danza de kolimeh aparece en el carnaval con el nombre de mekohmeh o mecos, a quienes en algunos lugares también llaman viejos; estos mekohmeh conforman dos segmentos: los disfrazados y los tiznados, también llamados Negros. Como si se tratara de un estira y afloja cultural, el norte (sólo en algunos pueblos y comunidades) para la celebración del carnaval también cuentan con mekohmeh o mecos, pero éstos son una agrupación de personas que se tiznan y embarran arcilla en el cuerpo y hacen malabares. Todos estos danzantes, kolimeh y mekohmeh bailan de casa en casa a cambio de una paga en dinero o en especie. Y tanto en los kolimeh como en los mekohmeh, en un momento especial de su baile, salen los comanches, que son tres personajes: dos de ellos vestidos con pantalón y enagüillas, penachos, arco y flecha; y el tercero carga una ardilla disecada. Los dos grupos, pero sobre todo los mekohmeh, curan (limpian con hierbas, huevos y velas) tanto a humanos como a animales, aunque sólo los mekohmeh tienen rituales para las máscaras y las diferentes deidades tradicionales. No obstante, la caballería (un sinfín de jinetes) está presente en las dos celebraciones: el 2 de noviembre en Xantolo y el martes de carnaval. Ambas tradiciones están relacionadas porque celebran a los ancestros y son inicio y terminación de los dos ciclos agrícolas huastecos: el carnaval festeja a los ancestros negativos (representados por los mekohmeh y los diferentes diablos) y marca el inicio de la siembra de Tonalmili o milpa de sol o calores; mientras que el Xantolo tributa a los ancestros buenos (representados por los kolimeh y el caporal) y recibe los frutos de Xopanmili o milpa de lluvias o temporal. Son celebraciones cuyo contenido se acerca y se vincula, pero no se mezcla. Cada una de ellas tiene su propia época y su proceso. Antes del 31 de octubre, o aun en este día, se realiza la Plaza Grande de Xantolo para suministrarse de todo lo necesario para la fiesta. La plaza se hace en la fecha acostumbrada y se llama “grande” porque cubre más espacio y cuenta con más mercancía de la habitual. En ella se adquieren los productos de los que no abastece la milpa. Los pobladores se surten de cacao, azúcar y canela para la elaboración del chocolate; velas suficientes para las ánimas que se esperan, veladoras, papel de china, copal, nueces, cacahuates, cerámica ceremonial (potrillos, porrones, sahumerios, ocarinas y floreros, todo esto traído de Chililihco, Hidalgo), morrales, ropa, zapatos, sombreros, cohetes y fruta, entre otras cosas. En ocasiones, cuando las aguas no han llegado a tiempo se compra maíz, frijol chichimequetl (caxtilán o zarabanda), la propia flor de muerto (cempasúchil) y hasta las hojas para los tamales. Así, es en esta plaza o mercado donde se invierte casi todo lo ahorrado durante el año. Una vez adquirida la mercancía se procede a moler el cacao y a la elaboración de las tablillas que se irán guardando en un recipiente con tapa o envolviendo en papel de china, que servirán para la elaboración del chocolate. Ya para el 31 de octubre, muy de madrugada, comienza la matanza de cerdos, gallinas y guajolotes, cuya carne hará más apetitosos los chihchiquilis, tlapepecholes y demás tamales de Xantolo. Pasada la fiesta se realizaba la plaza muerta, es decir, una plaza triste, con pocos puestos, sola y con pocos compradores. La gente se gastó sus recursos económicos en el Xantolo y todavía le han quedado algunos tamales y algo de chocolate. Es hasta la siguiente semana cuando las cosas se normalizan. Pero la celebración sigue: habrá ochavarios o chicontis; vendrá San Andrés y, en algunas comunidades, el Xantolo culmina pasado el 24 de diciembre.
Fuente: La Opinión Huasteca.
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